Por el Puerto del Viento y más arriba

El Puerto del Viento, que apelativo tan bello, Puerto del Viento, a 1.190 metros de altitud. Los últimos 40 kilómetros, en coche, discurrieron por los municipios de Ardales y El Burgo, por carreteras provinciales, a veces en no muy buen estado. Contemplando retazos de pinares, encinas y quejigos o almendros en flor, como pequeños rincones de un jardín japonés. Pasé por el mirador del Guarda Forestal y después el puerto de montaña.


Nunca había caminado por esta zona, y el mapa no señalaba ningún sendero. Solo un pequeño recorrido que de la misma carretera te acerca a un covachón donde, al parecer, se refugiaba el bandolero Pasos Largos (en El Burgo está su busto). Así que comencé por un camino de cabras a trepar por una de las laderas de la Sierra Blanquilla. Primero entre los magníficos lirios (Iris planifolia), verdadero símbolo de las sierras béticas, como pequeños estandartes anuncian que los días se alargan, después del solsticio de invierno. Entre los canchales, como gotas de oro, la pequeña violeta amarilla (Viola demetria) es también una buena, aunque rara, representante de estas sierras, en este caso de distribución más restringida que la anterior, ya que es exclusiva de la zona bética-magrebí. Tampoco es abundante el azafrán blanco (Crocus nevadensis) otro buen representante invernal que he encontrado entre las aulagas y coscojas de Sierra Blanquilla, cuyas flores se prolongarán hasta abril. Destaca el dibujo de las venas violetas sobre los pétalos blanquecinos, venas que se unen en el tallo. Y otras florecillas que anuncian la inminencia de la primavera son los alfileritos (Erodium primulaceum), de pétalos rosados, dos de ellos maculados.

Arriba, el paisaje kárstico ha transformado las calizas en gradas cuarteadas o ha agujereado la piedra, convirtiéndola en lonchas de groullere. He caminado con dificultad, con el cuidado de no meter la bota en una de las grietas, hasta llegar a la cima; y entonces me he enamorado de la sierra de las Nieves, colocada apaciblemente frente a mí, coronada de nieve. Desde mi posición se ven, con ayuda de los prismáticos, perfectamente los pinsapos (Abies pinsapo) y todos los vallecillos y recovecos, a los que me traslado románticamente, atraído por su aspecto recóndito y salvaje.

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