Tres helechos testigos de las nieves

Y es que hoy he leído que la estación de esquí se ha metido con una de sus pistas, Águila, en territorio del parque nacional de Sierra Nevada. Arañar terreno al beneficio de la industria turística de la nieve. ¿Por qué no hacemos aparcamientos debajo de las catedrales? Es tan difícil respetar lo sublime. Y más complicado aun entenderlo.


El hermoso barranco de San Juan se suma con su ladera oeste a la oferta sol y nieve. El pobre paraje con sus feuchos puentes en la parte baja, con su cantera de serpentina y muy arriba plagado aquí y allá de plásticos de todos los colores provenientes de la estación de esquí.

Antes de la masificación y el negocio, el 30 de octubre, estuve por esta zona. Como siempre, buscando su belleza, la amplia e inmensa de estas alturas y también la pequeña, la minúscula, la que susurra al oído. Un día de otoño a 2.500 metros, con esa luz transparente que refleja nítidamente todo. Con los primeros centímetros de nieve y rodales de hierba dorada por los meses anteriores de implacable sol.

Lo grande y lo pequeño. Caminando con la vista arriba y abajo. Porque en las grietas de los esquistos te encuentras con formidables vegetales. Estas son las tres especies de helechos que encontré en los intersticios: Asplenium septentrionale, Polistichum lonchitis, Dryopteris filix-mas. Criaturas bellísimas, pero por favor, que las máquinas y los esquiadores vayan por su lado.

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