Piruétanos en La Camila
Rodeados de
bolsas, botellas, latas, cartuchos de caza y otra basura. No podía ser menos en
estos campos de Andalucía. Entre tanta dejadez de paseantes, cazadores y
agricultores, te encuentras con joyas botánicas como los piruétanos. Se trata
de un pequeño árbol o arbusto, nunca abundante, discreto cuando no está en
floración y propio del sur de la península y noroeste de África. Es un peral
silvestre, un género difícil y variable, donde la especie que nos atañe presume
de bellas flores de pétalos blancos amarillentos y estambres con anteras
tintas, que se agrupan en ramillas con largas espinas. Puede alcanzar los 10 metros de altura, con
hojas de limbo aserrado, tan largo como ancho y rabillo acanalado, pelosas por
el envés cuando son nuevas. Así las fotografié el pasado 27 de marzo, cuando di
con media docena de ejemplares en La
Camila.
Su nombre
científico es Pyrus bourgeana, y está dedicado al botánico francés Eugène
Bourgeau que investigó las plantas de la península ibérica en el siglo XIX.
Cuando en marzo localicé estos ejemplares, paseando en bici por los caminos
cercanos al río Anzur, entre acebuches y retamas, creí haber dado con unos
endrinos. Sí es cierto que las flores son mayores, pero estas y las espinas de
las ramas me hicieron pensar en alguna casta de endrino de injertar. Ahora en
otoño volví al lugar y vi que los frutos, para mi sorpresa, eran unas perillas
de dos o tres centímetros, muy ásperas y de piel parecida a las de las peras
conferencia. Así que entre las reducidas manchas de vegetación silvestre de la
campiña alta lucentina me he encontrado con unos raros y bellos arbolillos. Y
entre la basura del campo estos árboles se cuajan de flores con el mantra: la
belleza es posible, búscala.
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