¡La vida, nada más que la vida!

Las vacaciones son tiempo y despreocupación de los asuntos laborales. Son dedicación a la montaña, que llena mi espíritu de libertad, sin urgencias ni objetivos. Son un acercamiento a mí mismo, a través de los paisajes sublimes, de picos, gargantas y bosques.
Y al mismo tiempo son una salida de uno y sus monólogos marchitos y pegajosos, ante lo descomunal de la montaña. Arriba, la naturaleza aún virgen se muestra. Y todo el que ha caminado por esas alturas, aunque sea un rato, un mínimo paseo, viene oxigenado, con una alegría de ánimo. No ser nada allí arriba, es una cura de humildad que nos proporciona felicidad. Intentaré de nuevo ir a esos lugares mágicos, inefables, a buscar la alegría del caminar, solo o junto a las personas más queridas, a degustar el agua fresca del torrente, saciando el hambre con un humilde bocadillo, asombrándome una vez más, de la alegría de los gestos simples, aplacar la sed con las propias manos, aposentarse en la hierba o en una roca, observar y sentir la vida, nada más que la vida…


Comentarios

  1. Que maravilla poder disfrutar así. Leo esta entrada y me da mucha envidia. Todavia me acuerdo de una acampada en guejar sierra de la que tu ni te acordaras. La naturaleza nos supera y nos pone los pies en la tierra. Buenas noches.

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