'Distintas formas de mirar el agua', de Julio Llamazares
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El libro de Llamazares junto al embalse de Iznájar, que inundó aldeas con sus historias y las mejores tierras de labor. |
La escritura de Julio Llamazares
es orgánica. Y no acudo al abjetivo porque venga bien en un contexto rural, de
fuerza natural presente tantas veces en su obras. Encuentro en la literatura de
Llamazares cierta inperfección del verdadero acabado artesano, casi del momento
de escribir, del estado del escritor, del alma del creador plasmado en las
hojas por las que avanza la historia. Orgánica porque habla de la vida y del
paisaje.
Así se presenta -Distintas formas
de mirar el agua-. Son dieciséis monólogos de hijos, nietos, novias, yernos,
que dibujan a Domingo, un agricultor y ganadero que vivió el desarraigo, junto
con toda su familia y vecinos, por culpa del pantano del Porma, que sumergió
varios pueblos en las bellas montañas al norte de León, entre ellos Ferreras,
de donde partieron para siempre e instalarse en una laguna desecada. Doble
estropicio: inundar un valle de montaña y secar una laguna en la llanura
palentina.
“Domingo prefería olvidarse del
pasado y para eso lo mejor, pensaba, era no nombrarlo”. Solo volvió a su
tierra, convertido ya en cenizas, que esparcieron un hermoso día de primavera,
en las aguas del embalse. Domingo volvió a su pueblo, en cuyo cementerio, un
hijo muerto a los dos a;os, lo esperaba.
Lo que hace mi admirado
Llamazares, como hizo en -La lluvia amarilla-, es reclamar la atención hacia el
teroso perdido de los pueblos abandonados o sumergidos por los avatares del
desarrollo. Por ideas de ingenieros al servicio de un Estado insensible (el embalse
de Porma lo proyectó Juan Benet). Llamazares, con su escritura sencilla y
orgánica, nos pone delante el gran paisaje ante el que uno nace, la vida es una
paisaje que hay que defender. “Para mí, el abuelo fue toda su vida: un Ulises campesino
y provinciano cuyo sueño era volver al sitio en el que nació por más que nadie
lo esperara en él”. Llamazares nació al lado de Ferreras, en Vegamián, ambos
sumergidos desde hace 50 años.
Sobre este asunto hay un
magnífico reportaje firmado por el propio Llamazares y fotografías de Navia,
publicado en El País Semanal.
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El escritor leonés Julio Llamazares en Córdoba FotoMIGUEL ANGEL SALAS |
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