Predisposición al paisaje

El ser humano en el paisaje de las montañas de Zuheros.
Para sacarle la poesía a un día de frío y con charcos, hay que ir al campo predispuesto. Sirve esta es una receta que sigo hace años: una tostada a la que le he restregado ajo y la he rociado de pimentón y buen aceite de oliva. Para la caminata, no desdeño incluir un libro, los de formato bolsillo van fantásticos. Para leer, caminar y mascullar lo que otros escribieron.

Así, hoy Ortega vuelve al polar.
Mi ejemplar de Ortega y Gasset.

Mientras, los regueros recorren impulsivamente los campos y sierras de Zuheros, y los arroyos recogen aquí y allá más agua y hasta en los caminos hay que ir sorteando regatos y encharcamientos. La gente con la que me cruzo en este sábado frío por estos tortuosos senderos no es desabrida. Saluda bien encarada, y ninguna es francesa. Debe ser que la raza ha cambiado de la árida postura de antaño a los correctos modales de ahora, o que Ortega aquel día no desayunó pan con aceite.

Reitero que la naturaleza, árida o apacible, activa en nosotros el tono poético, a poco que uno se predisponga. Porque salir afuera siempre arranca vida, incluso de los manantiales más disminuidos.

Por el camino he visto vehículos agrícolas ajados como las manos de los que ahí los dejaron. Cortijos derruidos porque ni el mayor de los esfuerzos puede con el tiempo. Seguro que aquellos que marcharon de la dureza de estos montes volverían con añoranza a contemplar estos paisajes bellos y muy trabajosamente productivos. Recordad que el paisaje natural sale del espíritu dispuesto a contemplarlo, no del que se pone a pensar en trabajarlo.
Hacia Fuenfría.

Es más, en estos momentos, muchos de estos paisajes deben ser defendidos de su deterioro, y se trata de paisajes en los que han actuado los humanos durante siglos. Son un patrimonio... Predisposición a la excitación de estos y otros parajes. La lluvia nos enfría y nos moja, pero es bella. Todo a mi alrededor logra excitar, en palabras de Ortega, partes arcaicas y nobles de todos los seres. Pero no para reflejar aspereza sino para elevarnos junto con estas sierras.

Parece que el viejo filósofo se contradice, porque bastantes páginas antes, afirma: “Existe el prejuicio inaceptable de no considerar bellos más que los paisajes donde la verdura triunfa”. Sin embargo, oteo desde arriba en este agreste cañón del río Bailón, -que nombre más bonito para un torrente de montaña- y veo pasar a los caminantes muy abajo, con ademanes relajados y felices, incluso me llegan las risas de un grupo que intenta cruzar el río formando una cadena humana. Y sé que están felices simplemente por estar aquí, caminando orillando el Bailón entre la aspereza de estas peñas, donde revolotea la collalba negra, por cierto, un pájaro que no vive en Francia.

Intentando cruzar el río Bailón.

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