El hombre corzo, de Geoffroy Delorme

“Me debato entre la posibilidad de seguir en el mundo salvaje... y por otro, la de regresar al mundo humano”. Quisiera yo también pasar más tiempo en el mundo salvaje, coincido con Geoffroy Delorme, que ha vivido como un corzo, ha formado parte del grupo que habita en el bosque de Bord, de Normandía. Allí durante siete años ha aprendido a alimentarse de plantas y setas, de frutos silvestres, se ha mojado o ha huido de los cazadores. Se ha convertido en un corzo, de forma increíble o muy novelesca, se relaciona y comunica con ellos, es uno más. Y lo ha escrito en un bello y sencillo libro, plagado de fotografías de los animales protagonistas de 'El hombre corzo', editado por Capitán Swing y traducido por Blanca Gago.

Su gran amigo fue Chevi, aparece en varias fotografías y del trozo de bosque donde nació: “pero este rincón del bosque ya no existe hoy en día”. Trozos de vida que desaparecen entre las matarrasas, las repoblaciones que reducen drásticamente la riqueza vegetal y nuevas carreteras complican la vida de los corzos. Todo queda atrás.

Geoffroy se siente mejor acogido entre los animales que entre su familia y sus congéneres. “No traduzco el lenguaje de la naturaleza, sino que lo hablo”, llega a escribir después de aprender a vivir como los corzos. “Ahora puedo dormir en el exterior sin saco, abrigo ni calefacción. Ellos me enseñaron a vivir, comer y dormir a base de ciclos cortos...”. Una lectura salvaje.




 

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