Pajarillos de campo y sierra


Un fin de semana en el que la lluvia dio paso a cielos despejados y fríos. Por la vía verde primero, para desentumecer las piernas a base de pedaladas. Con la bici hasta un rústico banco situado junto a un hermoso almendro, que hace unos días reventaba de flores. Allí, dejé que me calara el aire fresco, a cambio de que se mostraran los pájaros de los alrededores. Encima de una cepa, dominante, un pájaro perdiz canta. Una pequeña bandada de lavanderas se reúne en la viña y las tarabillas oteaban desde las ramitas cercanas. Cuando me marchaba, un triguero pasó de uno a otro de los almendros del camino.
Y luego, el domingo, a la Horconera, por el jardín del Moro. Un paisaje al que he ido muchas veces, nevando, nevado con medio metro de nieve, lloviendo, y espléndidos días de sol. Pero hoy, veo por primera vez, el abrupto aunque corto cañón de entrada, recorrido por un río de agua limpia. En el tramo en el que estoy, solo hay grandes piedras, con el sonido del agua llegándome desde su interior. He visto buitres leonados, un vencejo real y chovas piquirrojas. He caminado un trecho, sin subir demasiado. Camino, observo, se me va el santo al cielo, es un don de la montaña, te deja en blanco, abierto. He observado una curruca rabilarga y antes una collalba negra.
 Ahora, a 1.050 metros el panorama es de perfiles encrespados, duramente reptilianos, y sobresaliendo un mallo calizo, una enorme verga pétrea, que atrae al caminante como un tótem. Un paisaje austero, tralla de rocas a mis pies y a mi alrededor. Solo comprensible a medias, como lo es la belleza, que hay que volver a visitar.



Comentarios

  1. Joder, Manolo, no sólo las fotos son una pasada. Da gusto leer las descripciones. Ya me dirás dónde está el sitio, me ha encantado.
    Un abrazo

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