'Los últimos', de Paco Cerdà, editorial Pepitas de calabaza
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Unos cuantos cortijos abandonados puntean el Valle de los Fósiles, Subbética cordobesa. |
Parece que el
invierno deja las cosas en su sitio. Es el momento de replegarse: la energía
del árbol a las raíces, el futuro de las flores en sus semillas y si hay
turistas, como ciertas aves, volaron lejos. Es el invierno cuando el periodista
Paco Cerdà recorre un vasto territorio de la España del interior. Donde la
media demográfica nacional baja de los 92 habitantes a menos de 8 personas por
kilómetro cuadrado. Es la soledad “que se extiende por diez provincias y agrupa
a 1.355 municipios, esta tierra donde el silencio cabalga montañas y las voces
infantiles quedaron afónicas el siglo pasado”. Es una amplia extensión de la
serranía Celtibérica, que comprende diez provincias y 65.000 kilómetros, con
menos habitantes que en Laponia, así que también se la conoce como la Laponia
española.
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Paco Cerdà, foto de Comarques Nord |
Impresionante
territorio deshabitado, el de estas diez provincias que se convierten en el
libro en diez capítulos y diez historias de sus moradores. Unos pocos niños y
su maestro, alguien que dejó la gran ciudad y volvió al pueblo apostando por
los alojamientos turísticos rurales y sobre todo gente mayor que como Fautisno
García, de 85 años, es el único habitante de Tobillos (Guadalajara) y su vida
“compuesta de rutina y oxígeno. Una vida. Solo una vida y sin embargo una
vida”.
Paco Cerdà ha
escrito un libro necesario, es una importante reflexión sobre el viejo solar de
nuestro país. Sobre los pueblos que se vienen abajo y con ellos se desploma
toda una cultura de lo que fue el campo español. La naturaleza, con esa
paciencia milenaria, va borrando antiguas extensiones de cultivos y luego va
subiendo por las paredes de piedra, con sus hojas de zarza o de hiedra, con sus
higueras colgando de viejas murallas y campanarios. Ya en 1988, Julio
Llamazares en su libro -La lluvia amarilla- supo escribir sobre estos pueblos,
él se fue al Pirineo, a Ainielle, aunque fue en Soria, en Sarnago, donde
encontró el germen de su libro. Paco Cerdà recorre Sarnago, con “la vieja
iglesia hundida bajo el peso de su propio desamparo”.
-Los últimos-
me lleva a la incansable naturaleza que borra lo humano, que borra veredas,
caminos de montaña, realengas y sin ellas quedarán borrados de la mirada
infinitos paisajes. Y al mismo tiempo que los paisajes volverán solo a algún
caminate intrépido, las palabras se irán perdiendo en el fondo de las páginas
de los diccionarios: “la colodra era el vaso que solían llevar los pastores
para beber en el campo”. -Los últimos- de Paco Cerdà, editado por Pepitas de
Calabaza. Necesario.
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Ruinas, restos de otras vidas en el campo. |
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