Una subida y una lectura oportunas
Sierra de Alhucemas, con la Tiñosa al fondo, este 24 de febrero 2018. |
El cabrero del Puerto del Cerezo
habla a voces con las cabras de desentendidas que son. Sus hijos pequeños están
hoy con él, y tienen una escandalera montada. Entre el niño que llora, el perro
que me ladra y el ganado que se va por donde no es, se ha acabado la
tranquilidad en esta parte de la montaña. Como es un espacio grande, puede que
haya que hablar a voces para poder entenderse. Entre los collados del Cerezo y
el de Mahína, se encuentra la Sierra de Alhucemas, que es adonde me dirijo.
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Escribano montesino, Puerto del Cerezo. |
Tengo la sensación que escribo
sobre lo ya escrito, como camino sobre lo pisado. Con la subida jadeante, el
alboroto ha quedado abajo, ahora solo pienso dónde colocar la próxima pisada, y
ahí, en ese justo sitio del chinarral de la ladera de Alhucemas, escribo esto
mismo que otros ya escribieron. Es mi mundo este justo camino tortuoso y
precario, afilado y empinado. Es el pequeño mundo al que atiendo, dentro de la
gran montaña. Dice Ortega, lo acabo de leer justo antes de este equilibrio, que
todo ser, el humano también, es un animal receptivo, atento solo a parte de las
vibraciones que le vienen del mundo, por tanto vive en una porción del mundo.
Y yo, recorriendo una porción de
la montaña. He subido, sin entendimientos más allá de saber no solo dónde poner
los pies, sino dónde colocar las manos, así he estado casi una hora. Y como un
mal cuadrúpedo enriscado apenas han venido otros pensamientos. Parece que para
eso uno debe ir algo más erguido.
Pizón común, en el Puerto del Cerezo. |
“Cuanto más desprendida de intereses
prácticos sea nuestra visión, más amplio y múltiple será nuestro contorno”, leo
esto de Ortega situado ya en la roma cresta de la montaña y todo el entorno
calizo se torna infinito, con una alegría de haber coincidido esta lectura con
este paisaje. Ortega era un caminante, un pensador y un gran escritor de
geografías y paisajes. Su obra está editada en libros de bolsillo, el que llevo
se ha manchado del morado de los frutos del labiérnago que he recogido por el
camino.
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Cima de Alhucemas, con aulagas en flor. |
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