'Cabalero. Un viejo pastor del Pirineo', de Enrique Satué Oliván

Hermosa edición de 'Cabalero', en la editorial Prames.

Antonio Oliván fue un pastor del Pirineo. Todo un personaje Cabalero, quizás como somos todos, cada uno con sus particulares formas de ocupar el tiempo.
Cuando el etnógrafo y pirineista Enrique Satué Oliván lo conoció, relata que fue como hacer un viaje a tiempos remotos del neolítico. Los pastores han mantenido unos conocimientos y unas formas de vivir ancestrales, siempre austeras. Enrique Satué entra en la mallata de Cabalero, una vieja choza pastoril “ennegrecida de tanto recoger humos y relentes del mismo guiso: sopa de patatas, sopa de pan con ajos, sopa de pan con leche... siempre la misma sopa durante siglos”. Cabalero fue un pastor con toda la cultura de los hijos de las montañas, de la trashumancia. Hijo de Aso de Sobremonte, en el Alto Gállego.
En el Pirineo francés, el Vallée D'Aure, cerca de Saint Lary
Soulan, en un prado existe este pequeño homenaje a los pastores.

Nacido en 1923, nos dejó en 2007. A través de cientos de conversaciones y de la amistad, Enrique Satué nos presenta un hermoso libro, plagado de antiguas fotografías, de esquemas y símbolos. Dicen que los pastores crearon Aragón, obligando a sus reyes a conquistar territorios para sus ganados. Los pastores también moldearon estas montañas del Pirineo, aclararon bosques y crearon pastos. Configuraron el paisaje, al que le dieron nombres. “Como sucede en toda la montaña, cada palmo tiene un nombre, un topónimo enganchado al terreno y al recuerdo de los mayores”. A su vez, los Pirineos cedieron pasos en sus collados y abrevaderos en sus manantiales, eso sí a cambio de una vida dura. Aquellos caminos de herradura, las difíciles cañadas y las derruidas casetas de pastores, son hoy senderos o refugios por los que los amantes de estas impresionantes montañas transitan, trayendo el beneficio del turismo a sus legítimas poblaciones.
Cabalero escuchaba la radio, se mantenía informado gracias a su aparato Lavis comprado en Zaragoza. También escribe un pequeño diario. El oficio de pastor tiene mucho de reflexivo. “Agosto 68 Candanchú (domingo 4, Santo Domingo) de 9,5 horas de la mañana a 10,5 horas pasaron por la frontera de Somport 162 vehículos con dirección a España y 19 viceversa”.
Es el tiempo del pastor, es “distinto, redondo y romo como la agria manzana silvestre”. Palabras, remedios, letras de jotas, el ciclo pastoril entre el Pirineo y el Valle del Ebro, las plantas medicinales: “la arnica de los canchales de los puertos era la madre de las plantas medicinales”. Todo está en el libro 'Cabalero. Un viejo pastor del Pirineo', de Enrique Satué Oliván, que fue editado por el autor en 1996. En 2017 lo ha reeditado Prames, una editorial de la Diputación de Huesca que cumple su función. Es un volumen de mediano formato, con ilustraciones y fotografías. Los beneficios de la venta van destinadas al apoyo de niños en el departamento de Oruro (Bolivia) y apoya también la iniciativa mallata.com, que rescata y apoya la cultura pastoril y rural.
“Tres años vive un hurón, y tres hurones un perro. Tres perros vive un caballo y tres caballos el dueño”.

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