'El árbol', de John Fowles

"La soledad en la naturaleza nunca me ha asustado ni la décima
parte de lo que puede llegar a asustarme la soledad en las ciudades y en el interior de las casas".

“Todas las herramientas, desde la palabra más simple hasta la sonda espacial más avanzada, son elementos desbaratadores y reorganizadores de la naturaleza primordial y de la realidad”. La naturaleza debe ser aprehendida a través de los sentidos y la conciencia. Esto nos propone John Fowles en 'El árbol', con traducción de Pilar Adón y edición de Impedimenta. Un ensayo que se presenta tan libre como frondoso, como ese bosque singular de Wistman, de pequeños robles retorcidos y poblados de plantas epífitas. Fowles reconoce que “mis pensamientos surgen tan enmarañados y densos como este bosque”.

Para él, las etiquetas de la ciencia, la clasificación metódica y la acumulación de datos no nos acercan a la naturaleza. Para acceder a la verdadera naturaleza no sirven “las palabras ajardinadas”, porque de ser así es hacerlo a través de “otros ojos y otra mente”. Huye Fowles de los recuerdos de los manzanos de su infancia, esos manzanos pasión de su padre, bien podados, guiados y manipulados. En la naturaleza no cabe el orden ni las palabras. Un ensayo atrevido e incluso arrogante. La naturaleza no es una terapia, es algo salvaje, como este querido libelo.


"Únicamente de una manera personal, de una manera directa,
podemos llegar a conocer la realidad natural, en su propio presente".


 

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