Sierra Caracolera

La paz tiene un sonido de viento agitando ramas y hierba y no debe perturbarlo otro sonido ni asomo alguno de preocupación. Buscamos un día ventoso para caminar entre manchas de vigorosos narcisos blancos donde las preocupaciones, efectivamente, son arrastradas por el viento que viene del oeste. Serpenteo con Alicia por los estrechos senderos de la umbría de la Sierra Caracolera. Paramos a comer y también las preocupaciones parece que se digieren. Nos echamos en la hierba esmeralda de un olivar, felices del momento y lo escribo mientras mi hija duerme. Vigilan las ruinas del castillo de la Encomienda de Víboras, el aire agita el papel en las rodillas. La paz.







 

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