La maravilla del día


 Como llovía y llevaba noventa días sin llover, tres meses sin caer ni gota y lo que nos caía encima en estos meses era una maldición. Como llovía, nos encaminamos por la sierra de Rute y el paisaje conocido y admirado estalló en mil aromas. Cada gota se estrelló en una partícula de resina de pino carrasco, cada gota cayó sobre una molécula de romero, de tomillo, de santolina, de zamarrilla o de enebro. La lluvia hizo brotar los olores tres meses detenidos, noventa días enterrados.

Del pico de Las Cruces a Sierra Alta, por la cresta, algo resbaladiza pero segura. Hay un resguardo junto al vértice geodésico. Un vivac hecho por Santiago, que hasta esta altura de 1.324 m. ha acarreado lonas y vigas por si las condiciones son malas. Y como llovía después de 14 semanas, nos metimos dentro. Y como no somos exquisitos aunque coleccionamos paisajes, nos calentamos una fabada de lata y nos bebimos un litro de cerveza que subió mi amigo Jose. Esa fue nuestra maravilla del día, la lluvia, los olores y la comida.










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