Alcaudón real meridional

Paseo por la Vía Verde del Aceite este 15 de diciembre de 2019.

Veo austeridad en todo el paseo de hoy. La vida a mi alrededor sabe en la estación en la que estamos,
es fría y hay poca luz. El agua caída ha hecho germinar muchas semillas. A mi alrededor cientos de plántulas de cardo borriquero ya han desplegado sus hojillas de un par centímetros. Las gramíneas un poco más allá, también se levantan un par de dedos del suelo. Los bordes de todo el camino son ahora un terciopelo verde. Estamos en diciembre.
Ayer pasé con la bici por unos almendros de este tramo de la vía verde, a unos 10 kilómetros de casa. De una de las ramas destacaba un alcaudón real meridional que se mostró muy confiado. Estuve contemplándolo un rato, él arriba atalayando, emitiendo ese trino schufii, schufii, con tonos finales
cristalinos como salidos del fondo de una tinaja.
Hoy he vuelto, quería observar este alcaudón. Lo he hecho caminando desde el coche que he dejado en el viaducto de la autovía. Por el camino, los almendros, los almeces y algunos olmos (creo que Ulmus pumila), deshojados, son el posadero de los pajarillos que merodean por la Vía Verde del Aceite. Esta zona de Lucena es un paisaje de campiña, de olivares y viñas. He logrado fotografiar, una curruca capirotada, un verderón... y mientras leía 'Los errantes' de Olga Tokarczuk, encima mía se ha colocado un colirrojo tizón. He visto mirlos, gorriones y lavanderas, pero no el alcaudón. Hasta que en un
momento de la lectura he levantado la mirada y lo he visto en una rama lejana. Hasta aquí he caminado unos cuatro kilómetros, hasta este rústico asiento que han hecho con traviesas. Cuatro kilómetros donde van creciendo las plantas de la próxima primavera, y vuelan los pájaros de la última semana de otoño. De “Zenón el cartógrafo: toda distancia es infinita en sí misma, cada punto abre nuevos espacios imposibles de superar y todo movimiento no es sino ilusión: viajamos sin movernos de sitio”–(Los errantes).


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