'Las estaciones', de Hermann Hesse
'Las estaciones', de Hermann Hesse ha subido a Sierra Nevada para conocer el perfil de El Veleta. |
“Pero
he aprendido otra vez a oler la calidad de la nieve, a dejarme llevar
por la montaña...” Es enero y Hermann Hesse disfruta de la montaña
como yo lo hago este diciembre. Él, más nórdico, desciende laderas
con su trineo, es 1905 y tiene 28 años. Yo, con bastantes más,
disfruto viendo a mis hijos descender con su trineo rojo por Sierra
Nevada. Hermann deja Davos, la ciudad alpina perfecta y elitista.
“Los viajeros sensibles no soportan mucho tiempo el ambiente de
esos lugares deportivos internacionales”. Nosotros tampoco
entendemos mucho de esos deportes, así que nos alejamos de la
estación de esquí y subimos más allá de la Hoya de la Mora, más
arriba, porque la nieve este 28 de diciembre está muy alta.
Bella caligrafía de Hermann Hesse. |
Sierra Nevada tiene nostalgia de la nieve, toda la montaña parece
esperar deseosa la próxima nevada. Quiere entender que es invierno.
Hoy, sin embargo, deja que los niños se diviertan con sus trineos en
unas pocas hectáreas de nieve. El juego de los niños parece buscar
la armonía con la montaña, con su nieve repartida de forma desigual
en las laderas. Los cuerpos se deslizan, en la alegría de la suave
pendiente. No lejos el barranco de San Juan se abre como una gran
boca casi congelada, y a lo lejos las cimas atigradas porque aun no
las ha cubierto un manto blanco. Solo El Veleta y su perfil alpino
parece presumir del diciembre helado.
Nos hemos alejado del bullicio. A partes más silenciosas de la
montaña. En 1931 se publicó una primera edición del libro que
llevo en la mochila. Fueron quinientos ejemplares con diez poemas y
acuarelas de Hermann Hesse. 'Las estaciones', editado por RBA en
2006, con traducción de Daniel Najmías, recopila y amplía aquellos
poemas, reflexiones y acuarelas, hasta convertirlo en un bello
volumen sobre el paso de los meses y el cambio de la naturaleza,
“fecunda y provechosa” y también “hermosa, insondable,
sublime, algo que está más allá de la fealdad y de la belleza. No
hemos de buscar, sino encontrar; no hemos de juzgar, sino contemplar
y comprender”, es abril. Hoy termino el libro con diciembre, lo he
leído a pequeños sorbos de romanticismo, como los tés que Hesse se
preparaba en su infiernillo. “Enciendo el alcohol, lleno de nieve
el cazo, rebusco en mi atiborrada mochila hasta encontrar el paquete
de té”, febrero.
Miguel y Alicia en la nieve este 28 de diciembre. |
Sentida entrada en tu blog. Me han regalado esta maravillosa edición de Las Estaciones de Hermann Hesse, que complementa tan bien los textos de El caminante. Qué bonito dar vida al libro en El Veleta. Un saludo.
ResponderEliminar