Doggerland, de Élisabeth Filhol

Mis libros en la mochila, en el Puerto del Cerezo.

¿Una novela o un ensayo? Las dos cosas, esta es la audacia de Doggerland. He leído otras obras en este formato de ensayo novelado, pero me parece que Élisabeth Filhol ha ido más allá, al menos así lo he leído yo, porque Doggerland, ese territorio sumergido entre Gran Bretaña y Dinamarca y Países Bajos se convierte en contundente protagonista. Para mí quedan en segundo plano personajes principales ligados por este trozo de tierra, como son la arqueóloga Margaret Ross y el geólogo Marc Betherlot y su vieja historia de amor, o el meteorólogo Ted Hamilton.

Hay tal cantidad de datos, que analizan de forma tan precisa toda la maraña de empresas e intereses de las petroleras offshore, y sus consecuencias en la estabilidad de estos terrenos. Una gran zona que en el Mesolítico era territorio emergido, donde los seres humanos vivían y cazaban. Doggerland era tierra firme, porque los glaciares contenían mucha más agua y el nivel del mar estaba mucho más abajo. Hay tal profusión de conocimientos, sobre su actualidad y sobre su apasionante pasado, que elijo el territorio como el gran protagonista.

Doggerland, editado por Anagrama y traducción de Rubén Martín Giráldez, es una obra azotada por el viento y la lluvia, por la tormenta Xaver que recorre todo el mar del Norte en diciembre de 2013. Un territorio como protagonista, a unos treinta metros de profundidad, donde los pescadores rescatan en sus redes antiguos colmillos de mamut o hachas de piedra, bien merece su lectura. Ha sido denso el capítulo del encuentro de Margaret y Marc, ella entregada a un conocimiento académico al servicio de todos, él trabaja para las empresas, vive del dinero “renegrido por miles de toneladas” de petróleo y humo. Son páginas demasiado saciantes hasta que llego al final, al epílogo y Filhol nos remonta a hace 8.000 años, a ese día que también ocurrió, cuando Storegga un descomunal deslizamiento de tierra provocó una enorme ola que recorrió todo el mar del Norte y arrasó Doggerland. Hubiera deseado más de este epílogo.

Este verano a solo 1.000 kilómetros del Mar del Norte.



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