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Narcissus obsoletus
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Callarse ya es atender.
Así que al poco de estar aquí sentado se manifiestan como por
encantamiento un buen puñado de pajarillos, como el mosquitero en
vuelo, el colirrojo tizón y sus numerosas paradas, una abubilla.
Pero sobre todo, y aun más discretos aparecen pequeñas manchas
blancas de los escasos y raros narcisos de otoño.
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Raros, pero con manchas de miles de individuos.
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Han sobrevivido en esta
ladera pedregosa y soleada, al careo de las cabras y el paso de los
caminantes. Sorprende la profusión de ellos en algunos de los
rodales, con miles de individuos. Son Narcissus obsoletus, esta
parece ser que es su catalogación definitiva. Recientemente se
diferenciaban entre N. obsoletus y N. serotinus.  | Una macaón visitando una de las flores.
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Estoy atento a estas
florecillas otoñales. Es la segunda vez que las visito, se
encuentran a unos siete kilómetros de casa. Me maravilla que escasas
joyas aun se puedan encontrar por los caminos trillados. Observo a
sus polinizadores en este noviembre cálido, revolotean varias
mariposas, como las colias, la mariposa de la col, las vanesas y la
gran macaón. “Sentir el mundo ya es sentir su inteligibilidad”,
dice el filósofo Josep Maria Esquirol. Todo esto ocurre en una
dimensión del silencio, que es ajena a los muchos paseantes y los
grupos de ciclistas, a los que admiro por la vitalidad que despliegan
en este domingo de restricciones. Creo que sería inteligente que no
impidieran el traslado a pie o en bici, es una forma de insuflar
optimismo a este decadente periodo. También es bueno que los
narcisos de otoño sigan floreciendo cada noviembre. |
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Terreno pedregoso donde prosperan estos narcisos.
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