Territorio Íbero

La bicicleta nos ha proporcionado la velocidad y el esfuerzo idóneos para saborear parte de la campiña y la Sierra Sur de Jaén. Dos noches, tres días y 270 kilómetros. Y en las alforjas un buen libro sobre los Ibẽros (editorial Edaf, autor: Rafael Fontán Barreiro, excelentes fotografías), que al final ha sido más importante que los propios museos visitados para conocer esta cultura prerromana de nuestra tierra.

Hemos pedaleado entre el oleaje de los olivos que levantaban la parte plateada de sus hojas a nuestro paso. Los campos huelen ya a ese aceite verde, ese aroma tan parecido a la alcachofa. Los nubarrones nos amenazaban con una buena regada este octubre, pero nuestra primera noche en Porcuna (me gusta más su ancestral nombre de Obulco), el alcalde nos abrió la puerta de una modestísima casa de transeúntes, un refugio ideal para la lluvia un techo que nos hermanó con los temporeros que están a punto de llegar.

Esa época de príncipes y aristócratas de hace 2.500 años. Brazaletes, armas, cerámicas suntuosas y estatuas en roca caliza. Pero me quedo de lo expuesto en el Museo Íbero de Jaén, con una pieza de hierro, varias en realidad, pero una, un escardillo idéntico al que hoy podamos comprar en una ferretería. La misma pieza de hierro de aquella edad del hierro. Una herramienta insuperable. ¿Cuánto de la edad de hierro nos queda? Puede que llevemos el mismo universo metido en el cuerpo: el sol, las estrellas, las estaciones. Y puede que mucho más pensé luego bajo las pesadas nubes a punto de derramarse sobre nosotros y las hermosas montañas camino hacia el embalse del Quiebrajano, donde dormimos como príncipes en este territorio Íbero.







 

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