'Todos necesitamos la belleza', de Samantha Walton
Numerosas ideas recorren las páginas de este ensayo de Samantha Walton. “Algo sucede, sin embargo, cuando vamos al campo, algo que no se puede comprar ni vender”, es esa naturaleza que nos reanima de la extenuación diaria, de la prensa, de sus noticias, de los que las provocan, de todo el ciclo económico. Acudir a lo natural, nos propone la profesora Walton, quien escribe sobre las experiencias de sumergirse en el agua y desaparecer en la concentración de ese momento de flotabilidad. De penetrar en el bosque para penetrar en la atención de uno mismo, de trabajar en una granja obteniendo los alimentos del día. Pasear por un jardín o quizás el culmen: elevarnos en las montañas y con las montañas.
Pero alerta Samantha Walton de que esta sanación natural ya se comercializa. Desde los Estados nos ponen la naturaleza a nuestra disposición para convertirnos en dóciles ciudadanos que aguantan este sistema global “con múltiples formas de violencia”, desde “el sobresfuerzo laboral, del hartazgo y la desesperación”. Esta segunda idea también recorre el libro.
Y la tercera de las ideas que destaco por necesaria, es la de pasar a la acción, la reivindicación desde todos los ámbitos. Aminorar los efectos del derroche energético, del consumo, del trabajo en esta “era de la energía extrema”. “¿Qué gesto podría ser más político, e inspirar mayor felicidad, que resistirnos a cualquier tipo de trabajo y volcar nuestra atención en la belleza ociosa de la naturaleza?”.
Puede parecernos un título un poco engolado, 'Todos necesitamos la belleza', editado por Siruela y traducción de Lorenzo Luengo, pero sus páginas son precisamente bellas e inspiradoras, refrescantes ante el calentamiento global. “La tierra no se encuentra en un ciclo de pérdida, sino en un constante proceso de ser”.
Ha sido mi lectura veraniega en el Pirineo.
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