Del final del invierno


El Sol gana cada día algunos minutos, y se alargan las horas de luz. Los árboles se desperezan ante la llegada de la primavera. Después de un invierno que este año ha tenido pocas heladas, que recuerde tres, cuatro días de escarcha. Pero sí que toda la lluvia ha caído entre enero y febrero, al día de hoy hasta los 500 litros de agua por metro cuadrado.
Los árboles de la vía verde se han mostrado bellos en su digna desnudez. Un letargo que los muestra en su intrincada estructura, formas únicas en cada especie, como nos recuerda el botánico francés Francis Hallé. Del viento, del frío y de la falta de luz se defienden deshojándose, para así, con el menor gasto vital, afrontar estoicamente la hibernada.

Qué bella la melia junto a la casa del tren, pasado el puente de Hierro hacia Cabra, o justo antes del puente, el almendro del que ya se desprendieron ramas principales. O la magnífica higuera, una de las más grandes de la vía verde de la Subbética, que crece junto al cortijo en el cruce con la carretera de las Erillas. En este punto también hay una hermosa morera. Dejando pasar entre sus ramas, la visión de ciclistas y senderistas, quizás demasiado dedicados a su esfuerzo y ajenos a las magníficas existencias de los árboles y las nubes. Desde hace semanas a este final del invierno.  

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