Las últimas moras de septiembre

Moras en la Vía Verde de la Subbética, 25 de septiembre 2016



En este final de septiembre, pocas moras, de zarzamoras, se pueden encontrar. Yo salí este domingo a buscarlas, no para comerlas, no para llenar tarros de cristal. Las busqué después de leer ‘Recogida de moras’, el poema de Seamus Heaney, de su libro ‘Muerte de un naturalista’, publicado en 1966. Me parece un texto hermosísimo como todo el libro de este premio Nobel irlandés, que el pasado 30 de agosto hizo 3 años de su muerte. En la red he encontrado este poema en varias traducciones, esta es de Margarita Ardañaz. Las moras fueron cogidas por un niño, que se hizo poeta y que dedicó a otro poeta ese recuerdo trascendental:


RECOGIDA DE MORAS
Para Philip Hobsbaum
A finales de agosto, después de mucha lluvia y mucho sol, 
durante toda una semana, las moras maduraban.
Al principio sólo una, un cuajarón brillante y púrpura
entre las demás, rojas, verdes, duras como un nudo.
Te comías aquélla y su carne era dulce
como vino espesado: sangre de verano había en ella
dejando manchas en la lengua y ansia para
seguir comiendo. Después las rojas se oscurecían y aquel deseo
nos enviaba con frascos de leche, botes de guisantes y tarros de 
   mermelada
adonde las zarzas arañaban y la hierba húmeda decoloraba nuestras 
botas.
Alrededor de los campos de heno, de mieses y bancales de patatas 
caminábamos y recogíamos hasta llenar los recipientes,
hasta que, cubierto el fondo con las verdes,
los botones oscuros ardían en lo alto
como una fuente de ojos. Nos escocían las manos
por las picaduras de las zarzas, teníamos las palmas pegajosas como 
   las de Barba Azul.
 
Almacenábamos las bayas frescas en la vaquería.
Pero cuando la tina estaba llena y una tela de moho
color rata la cubría, nosotros las engullíamos en nuestro escondite.
También el jugo hedía. Una vez fuera del arbusto
el fruto fermentaba, la carne dulce se tornaba agria.
A mí siempre me hacía llorar. No era justo
que aquellos maravillosos tarros olieran a podrido.
Cada año esperaba que se conservaran, sabiendo que no lo harían.
 
Racimo de moras en la Vía Verde
 

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