Escribir el campo

Miguel por los cerros de Gaena en plena nevada.

Las cuestiones del campo deben ser escritas, y a ser posible retratadas, recreadas, pensadas. Pero sobre todo escritas. Ese campo que se va, que ya nos dejó. Pero, también escribir sobre el campo que llega. Campo: extensión del paisaje natural que el ser humano utiliza y transforma para sus cultivos, ganados y para vivir. Habitualmente comienza cuando acaban las ciudades. Se caen los cortijos porque pocos quieren vivir en ellos, y porque ya no es preciso vivir en el campo.
Hoy día de invierno hemos salido al campo, a sentir el frío. Por el camino he querido parar el coche en un par de ocasiones, para fotografiar dos grandes cortijos junto a la carretera, muy derruidos. Pero hemos continuado, hasta el pequeño puerto de la sierra de Gaena, pasado la fuente del Salmerón, que hoy echa agua. Por esta comarca de la Subbética hemos comenzado el año con algo más de 230 litros de lluvia desde el mes de septiembre, y las fuentes comienzan a recuperarse.
Cabreriza cerca de la fuente Salmerón, este 7 de enero de 2018.
Igual de frío y nublado fue la noche en la que en la ermita de san Pelayo se reunieron cinco escritores: Julio Llamazares, Antonio Pereira, José María Merino, Luis Mateo Díez y Pedro Trapiello. Un pequeño templo en un hermoso valle glaciar, imagino de León, o de las montañas cantábricas. Cada uno de ellos debe contar una historia al santo, patrón de los cuentistas. Así, entre orujo y alrededor de una hoguera que calientan por delante, dejándote las espaldas heladas, los escritores van contando mágicas historias. Como los grajas y don Santos, el canónigo de la catedral, es el cuento de Mateo Díez. Luego Trapiello relata cómo el farmacéutico de Mancilla de las Mulas se encuentra una extraña joven. Antonio Pereira trae la historia 'Las peras de dios', en las montañas del Bierzo. Merino se remonta a la Guerra Civil y la deserción de Ramiro. Por último, Llamazares vuelve a encontrarse con los vecinos de un pueblo inundado por un embalse. Él nació en Vegamián inundado por el pantano del Porma.
Inicio de la película El Filandón.
Esta es la curiosa y entrañable película El Filandón, rodada en 1984 por José María Martín Sarmiento y que La 2 de TVE emitió hace unas noches. Es un homenaje a las historias que se contaban después de la cena, mientras se realizaban algunas labores como hilar, de ahí hilandón o filandón. Una tradición que aun perdura en la montaña leonesa, gallega y asturiana. La película es también un testimonio cinematográfico de esos paisajes y sus pueblos.
Todo cambia, y como nada permanece y las casas en el campo se derrumban y se cubren de zarzas e higueras, es bueno relatar la cultura que se pierde ante nuestros ojos. También las penalidades que dejaron el campo medio vacío. Quizás la escritura las dignifique, pero, ¿quién las quisiera? Hoy hemos ido a ver las nieves en la Horconera, pero estaban tapadas por las nubes. Ha comenzado a nevar y me he refugiado en una hermosa encina, que me ha acogido bajo sus enormes brazos, donde el tupido musgo, de un verde invernal, resaltaba como una lujosa estola de marta cibelina. En el silencio, a lo lejos balaban las cabras pidiendo al ganadero que las dejara entrar en la cabreriza. Hoy tocaba trabajar con mucho frío. Muy cerca de nosotros se encuentra el cortijo 'Rabiaero', puede que este nombre diga mucho del campo. Nosotros hemos regresado a casa.

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