Agua viva despeñándose

Nacimiento del río Irués, en los denominados chorros y fuentes del fornos. El 18 de agosto 2018

Los bellos paisajes abren los ojos.
Va a hacer un año de todo esto, su recuerdo aun me refresca. Quiero sentir en estas noches sin descanso y agitadas por la calor, la sensación del agua helada de los torrentes del Pirineo. Los pies doliendo al contraerse los músculos y las venas, y taladrando el frío los huesos mismos. Esa sensación turgente después de la caminata, el premio del descanso y el alivio.
Agua pura y recién manada de las grietas de las rocas en el río Irués. Allá por el macizo del Cotiella. Alicia intentando cruzar el torrente, mientras Miguel contempla el nacimiento desde una enorme roca. Todo lo envuelve el estruendo del agua liberada, que me parece abundantísima, aunque en agosto falta mucho caudal. Incluso rebosa por una cavidad a una docena de metros de altura, en épocas de crecida. Deben ser impresionantes estos Chorros del Fornos. Hemos salido de Badaín remontando el río y nos hemos ido encajonando en estos barrancos, entre sus bosques.

Silencio: caminar por hojarasca húmeda de hayas.

Uno revivifica en estas montañas, escribí en agosto de 2018. Un reverdece con ese recuerdo.

Agua viva despeñándose.
Blancos tirabuzones bramando entre las rocas.
Venas de la tierra
abiertas en el Irués,
civilizando con su transparencia.
Mostrándose puro y frío
como los remotos orígenes de su nombre.

Alicia ha metido las piernas hasta el muslo en el Irués durante 5 segundos. Miguel ha metido la mano y ha aguantado 40 segundos y yo la mano, durante 20 segundos.


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