El equilibrio en la voluntad de vivir

Rosetas de Saxifraga longifolia, Corona de rey, este agosto en la carretera a Sin y Serveto.

Una fuerza hay que dice que microbios, plantas y animales deben luchar por la vida como vasallos de la conservación y perpetuación de cada especie. Devorando materia para transformarla en tallos y troncos, membranas, garras, dientes y alas.
La joven ecologista Greta Thunberg.
Es una fuerza que va con la vida y no sabe de tiempo y no entiende de otro impulso que la devastación en su beneficio. Es la permanencia de la vida. Un motor que ha hecho durante los últimos cuatro mil millones de años que las especies se diversifiquen, se especialicen y evolucionen cambiando con el tiempo, y ocupando todos los nichos posibles donde haya materia que devorar.
El ser humano no es otra cosa que una de esas criaturas predadoras y fanáticas. Y su impulso bestial es el mismo que llevan dentro las bacterias, las ortigas o las setas, las hienas y las golondrinas. El minúsculo pulgón de la rosa abraza la devastación con la misma fuerza que el ser humano.
La ecologista Greta Thunberg reivindica un equilibro de la especie humana con el planeta. Estoy con ella. Las criaturas con el tiempo llegan a un equilibrio, y así asientan su base para la subsistencia. Si no lo hacen, simplemente desaparecen dejando en el mejor de los casos un interesante fósil de su paso por la Tierra. No hay otra.

“Cada ser se nutre de la agonía de otro ser” Cioran

“El mundo como cosa en sí es una enorme voluntad que no sabe lo que quiere”. Schopenhauer
Buitre leonado sobre las sierras Subbéticas.


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