La casa, el techo, el refugio

A resguardo de la tormenta en el refugio del circo glaciar de la Barrosa, el 18 de agosto 2018.

En nuestras casas. Mi piso siempre ha sido un refugio acogedor y apetecible. Donde además de estar con los tuyos, estar rodeado de cosas. De tus cosas, normalmente demasiadas, incluidos los libros. Es el refugio desde el que veo los brotes de las hojas de la catalpa y de la melia. Los nogales aun permanecen en el sueño del invierno. Quisiera estar ahí afuera. Mi afuera que me ayuda tantas veces. Vuelan los estorninos a unos metros de las ventanas.
Perdido en la zona de Urdiceto, el 10
de agosto 2017.
Qué placer cuando dentro de una frágil tienda de campaña encuentras refugio seco ante la tormenta. Tengo un buen puñado de recuerdos así, durante las lluvias de verano en las montañas de los Pirineos. La casa, el techo, el refugio, que ahora se convierte en aislamiento, desesperación y muestra de la fragilidad de la especie humana. Parte de la familia nos hemos despedido hoy de la seca primavera que va llegando a los campos.
Y este refugio obligado se convierte en los muros de una cárcel. Es el castigo de estos tiempos rápidos donde todo es tan veloz que ni los virus lo imaginaron.
Camping Los Vives, Saravillo. Al fondo Peña Calva, macizo del Cotiella, el 9 de agosto de 2018.


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