Orquídeas literarias


Cuando me encuentro con las orquídeas, siempre pienso en esa rama del árbol de la evolución que colocó a estas plantas entre los seres más estrambóticos para la reproducción. No es el manjar de su néctar el que atrae a sus libadores visitantes, al menos en el género Ophrys. Es algo más complicado: ofrecen sexo. Estas pequeñas orquídeas se han convertido en muñecas inflables para los machos de varias especies de abejas. Sus formas, pelosidades, brillos y aromas imitan a hembras de abejas dispuestas para la cópula y ahí van cegados de sexo los machos.


El camino del Puerto del Cerezo me lleva por orquídeas y otras flores raras. Y entonces pienso en estas plantas de forma literaria. Cómo pueden ser motivo de un pequeño viaje literario. Ellas aparecen al borde del sendero o te esperan agazapadas en las grietas de las rocas. Son flores literarias, empezando por sus nombres en latín o griego y la propia excursión es literaria. En el fondo, más allá de la botánica, el día ha terminado siendo una caminata literaria o sea, escrita en el cuadernillo que llevo en la mochila, junto a la lata de cerveza, el pan, las salchichas y los huevos. “La verdadera vida, la vida al fin descubierta e iluminada, la única vida por consiguiente realmente vivida, es la literatura”, nos recuerda Marcel Proust.


 







 

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