Por el Bailón, entre la hierba y el sol
Un día de felicidad en familia, entre la hierba y
el sol. Una buena caminata escuchando constantemente el río Bailón. Rugen sus
aguas cerca de Zuheros, en la garganta donde las chovas vuelan seguras ante el
abismo del cañón, de enormes paredes calizas. El camino que se adentra en la
sierra y que cruza el río varias veces, hoy es imposible seguir por la crecida
de las aguas.
Difícil vadearlo sin mojarse hasta los muslos, así que con los niños, seguimos por una de sus orillas aguas arriba, sorteando algunos riscos y empinadas laderas, que nos llevan hasta la cueva del Fraile y más allá, sin la cómoda senda de abajo, solo enlazando veredas de cabras.
Difícil vadearlo sin mojarse hasta los muslos, así que con los niños, seguimos por una de sus orillas aguas arriba, sorteando algunos riscos y empinadas laderas, que nos llevan hasta la cueva del Fraile y más allá, sin la cómoda senda de abajo, solo enlazando veredas de cabras.
Llegamos a un
pradito donde descansar, comer, leer y fotografiar las mariposas que celebran
las primeras flores de la primavera. Entre las margaritas y los dientes de león
liban. Vemos una olmera (Nymphalis polychloros), una resistente del lluvioso
invierno, con las alas ajadas, pero disfrutando de sus planeos entre los majuelos.
En el hueco de una roca, un ramillete de Aristoloquia paucinervis, como una
maceta bien cuidada. Y al final, el primer helado. Perfecto.
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