Los senderos del mar, de María Belmonte

Puesta de sol en el flysch de Zumaya, 4 de agosto.



Ha sido una suerte prolongar los días en la costa vasca. Mantener la emoción de nadar en el Cantábrico, de la subida al monte Pagoeta o el vértigo de los impresionantes acantilados del flysch de Zumaya. Ha sido una suerte dar con el libro ‘Los senderos del mar. Un viaje a pie’, de María Belmonte, de la editorial Acantilado, y seguir aquí en el sur rememorando esos días norteños. Y fue en San Sebastián un día lluvioso del pasado 5 de agosto, llegamos en cercanías desde Orio. Paseamos por una ciudad abierta a su hermosa playa de la Concha, sin bañistas, desierta por el mal tiempo. Comimos en la Parte Vieja y como postre, mientras la familia paseaba por la playa de Zurriola, me fui a una de las librerías Elkar, la de la calle Bergara, y me hice con este hermoso libro, qué mejor sitio.
“Prefiero recorrer andando algunos kilómetros de un país que verlo entero desde un automóvil u otro medio de transporte”, es un buen principio para viajar y para comenzar el libro. María Belmonte recorre la espectacular costa a lo largo de varios viajes entre los meses de abril y septiembre y escribe de ballenas, de geología, de mitos, de botánica de oceanografía: “La mayor parte de las olas que llegan al golfo de Vizcaya y rompen contra la costa vasca nacen en el tempestuoso y agitado mar de Labrador, al este de Terranova y sur de Groenlandia”.
No hay mar donde vivo, pero sí calizas surgidas del fondo marino.
También abundan en su libro los escritores viajeros: Chatwin, Mcfarlane y su admirado Patrick Leigh Fervor, de este último no he leído nada, así que queda anotado para futuras lecturas. Son mucho más las referencias literarias y me alegra conocer a bastantes de los autores en sus lecturas recomendadas al final del libro. Ya no estoy en los paisajes del norte tan llevaderos en agosto. Pero ‘Los senderos del mar’ ha prolongado el placer de observar desde la cruz de Pagoeta a Zarauz y Orio, separadas por el Talaimendi, el paseo por San Sebastián, el baño en Zumaya y sus acantilados calcáreos. Por cierto, magníficas las páginas dedicadas a este acontecimiento geológico mundial, del que deseo escribir en otro momento.
María Belmonte recorre con amigos partes del camino y también a solas con el paisaje y su fuerza indeleble. Viviendo a cada paso la costa y sus sucesos naturales, la lluvia que arrecia, los helechos y el bosque, nadar y sentir el mar, o aquel martín pescador a la salida de Orio, que puso “una hermosa nota de color azul turquesa en el cielo de la tarde“. Son paisajes “que permanecen en nuestra memoria y perduran en nosotros por muy lejos que nos encontremos de ellos”. Y así siguen en mí esos paseos atentos y despreocupados de hace unas semanas. Senderos que habrá que andar y un libro que me llevará a otros libros. Porque es de la naturaleza y del ser humano de lo que escribe magníficamente María Belmonte.

La autora en una de las 14 imágenes que aparecen en el libro.



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