Esperando el otoño desde La Pandera
Mirando hacia el embalse de Quiebrajano, este 12 de octubre. |
No parece que la sierra de La
Pandera hoy se muestre especialmente atractiva, no hay misterio ni en su
materia inerte, calizas levantadas hasta casi los 2.000 metros. Ni en su
materia viva, incipientes pastos apenas reverdecidos en la zona de la cima,
donde los primeros azafranes (Crocus serotinus) son los únicos que me llaman la
atención.
Las antenas militares en el pico de La Pandera, a 1.872 m. |
Largo se ha
hecho el verano, y el otoño aun le queda algunos días o puede que semanas. Sé
que llegará el momento de las primeras nieves en estas altitudes fácilmente
accesibles por su angosta carretera. Comemos a las tres de la tarde, pues
venimos sin prisas, nos demoramos un rato en el paraje de Las Chorreras, abajo
en el pueblo, en Valdepeñas de Jaén, con la alegría de saber que el agua corre
chispeante por el pequeño cañón transitable de rústicas balaustradas de madera
y puentecillos. Aquí arriba, tras una pequeña caminata, nos ponemos a la sombra
del puesto de vigilancia, en la peña del Altar, a 1.818 metros con las vistas
de las sierras Subbéticas jiennenses y cordobesas. Nuestro país de montañas.
Abajo el
embalse del Quiebrajano presenta un azul tan luminoso como el día. Días de esos
en que se divisan todas las montañas, todas las serranías hasta no saber qué
nombres tendrán más allá de Mágina, de Parapanda o la hermana Tiñosa. Hemos
almorzado mientras escuchamos las conversaciones prosaicas de la emisora de los
trabajadores del Infoca. Y la montaña ha querido hoy que sea el Quiebrajano lo
bello junto al azul del cielo, salpicado de pequeños cúmulos blancos y grises. A
la vuelta, con Álex y Miguel y Marimar nos interrogábamos sobre el destino de
los caminos.
Caseta de vigilancia en el pico del Altar. |
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