Nublares, de Antonio Pérez Henares
En Nublares, de Antonio Pérez Henares,
Ediciones B, la naturaleza aparece en cada una de sus páginas. Bosque, arena,
cielo, sol, sombras. Es la libertad de finales del paleolítico, donde está
ambientada. La agricultura aun no ha anclado al terreno, como las propias
plantas, al ser humano. Son los cazadores y el territorio de caza. Las acciones
pasan rápido, de manera vertiginosa el autor va al grano. No hay más vida que
la que cada uno tiene. Cada uno de los personajes la afronta tal como viene,
igual que hace el formidable protagonista Ojo Largo y su gran aventura.
Dolmen de La Lastra, en Luque. Restos del neolítico en la
subbética cordobesa, foto del pasado 7 de octubre.
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“Y allí vieron alargarse las noches,
empequeñecerse los días, caer la nieve y cómo esta se hizo dueña de los
campos”. Y a mí me pasa igual, cada tarde se acorta más en este noviembre. Los
humanos siempre han cargado con impedimenta. En Nublares con el carcaj y el
arco, el venablo o las piedras de hacer fuego. Mi impedimenta incluye un libro,
y me muevo con él por mi territorio, a veces de ondulados olivares y otras el
más abrupto de las sierras cercanas.
Es desde el clan desde donde se puede
subsistir. En la novela también están los miedos: sacrifico, sangre, brujo,
espíritu. Junto a los infinitos nombres de la naturaleza y el ansia de
interpretarla, de saber de sus ciclos y sus fenómenos, la luna, las estaciones,
el sol, el poder sanador de las plantas. “Bébete ahora esta tisana contra la
fiebre. Es de saúco, malva y raíz de regaliz”. Es Nublares también un tratado
de caza, de cuando verdaderamente era noble. “Ojo Largo volvió la vista hacia
el lugar donde habían destazado a los ciervos y sobre él distinguió una gran
corona de buitres que descendía”.
Es
sobre todo una novela entretenida, algo que dignifica a cualquier escritor. Mejor
que con sus opiniones periodísticas me encuentro con sus novelas, las de Antonio
Pérez Henares. Esta de Nublares la terminó de escribir un 15 de junio. “Bajo el
níspero y junto al rosal y la pequeña encina”. En mi caso lo he leído estos
días, en muchas ocasiones a la intemperie, cada vez más fresca, y hoy que
llueve he escrito esto.
Cueva de los Murciélagos, en Zuheros. Con restos paleolíticos y de pinturas
neolíticas. Anduvimos por esta zona el 21 de octubre.
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