Estas piedras

                                                De aquí estas piedras se levantaron y aquí vuelven.

A primera hora la mañana se presenta limpia y fresca, como si la hubieran puesto a tender toda la noche en estos cerros de Gaena. He venido a recorrer viejos caminos pedregosos, con unas vistas inmejorables del macizo de la Horconera. Las nubes rematan algunos de sus picos, como el del Bermejo. No llegó hasta aquí el arado y estos terrenos quedaron para el ganado y el paseo. Estoy en un cogollo de sierras calizas, por cuyas laderas trepan los olivares. Estoy solo, y me voy deteniendo a cada poco ante arbustos como lentiscos y cornicabras que en su soledad y ramoneados por las cabras ha alzanzado porte de pequeños árboles. Aun los tonos no son del todo otoñales, hará falta algo más de frío y de menos luz.

Cogujada montesina.

En el aire aletean las alúas por miles, todos los hormigueros por los que paso son un trajín de hormigas reina y macho alados lanzándose con torpeza al aire, apareándose en vuelo. Un día precioso para estos insectos, son hormigas granívoras y la tierra tras estas lluvias está blanda, por sus orificios salen más y más alúas que despegan en escuadrones fértiles. Para Schopenhauer “la manifestación más fuerte de la voluntad de vivir es el instinto sexual”.

Es la belleza desnuda de estos cerros, que a cada semana van cambiando después del largo letargo al que son sometidos desde junio, cuando las altas temperaturas y la falta de lluvia castigan a estos territorios, es la condena de la pertinaz sequía. Camino más allá de un cortijo devastado, de aquí estas piedras se levantaron y aquí vuelven. Pienso tantas veces que no es eterno nada de mí, nada de nosotros, que eternas son las montañas.

Perfil de la Horconera, Sierras Subbéticas este 24 de octubre.



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