Santuario de flores silvestres

Verbascum giganteum, este 9 de mayo en la Sierra de Aras

Puede que la bici que tengo sea propicia para dejarla en la cuneta de cualquier manera. Uno pedalea por estas sierras no sin esfuerzo y al paso de un matorral vislumbra algo. Uno lleva el ojo puesto en la cuneta, en las flores carreteras. Flora viaria. Y ahí te encuentras la rara Cytinus ruber, que aun no ha abierto sus flores marfil guardadas por esta extraña planta de intenso rojo carmín, que parasita los arbustos de jaguarzo, Cistus albidus, muy frecuentes en la sierra de Aras.


Y así es como “el destino, que no puede querer nada, es quien ha querido lo que nos sucede”... (que dijo Cioran). Y al poco y un tanto de esfuerzo, en esa curva verde de la cara noroeste aparece un grupo magnífico de gordolobos gigantes, Verbascum giganteum. Sus grandes flores amarillas rodean el tallo que hace pocos meses salía de la tierra para alcanzar ahora más de metro y medio de altura. Es ir atento, es ir pedaleando a ese ritmo que no parece competir con nadie por este santuario de flores mediterráneas.







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