Cuerpo montaraz

Siete de enero, desde la Sierra de los Pollos.

Al cuerpo, en parte propiedad nuestra, hay que sacarlo afuera. A sitios complicados como este, donde cómodo no siente entre piedras y aulagas. Hay que sacar el cuerpo a sitios solitarios donde se hace más nuestro, eso es bueno. Y si son abruptos mejor.

Así fue durante milenios. Entonces, en aquel tiempo, no parece que hubiera mayores propietarios del cuerpo que el de uno mismo y las bellas fieras. Y parece también, me guío por la experiencia, que las preocupaciones eran más reales: ahora piso aquí y luego paso por aquí; o tengo sed, llevo toda la mañana sin beber.

Ahora, con el cuerpo, buena parte del tiempo, incluso el que no nos imaginamos, dedicado a la realidad productiva, casi lo sacamos por darle una pequeña alegría. Un paseo inofensivo que es lo que nos dejan. Salir a ese descampado con todo el cuerpo montaraz y anunciando lluvia es disidencia, porque siempre ha habido amenazas.




 

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