Lavaderos de la reina

Ahora que observo estas gencianas fotografiadas hace pocos días: Gentiana sierrae y algo mayor la Gentiana alpina, recuerdo esas páginas de los libros sobre la naturaleza alpina, donde las gencianas son las reinas de las nieves. Sus intensos azules puntean los primeros pastos entreverados aun de grandes neveros y torrentes helados. También rememoro esas páginas literarias que llevo grabadas como llevo estos paisajes.

Es la estampa de las grandes montañas. Por suerte, a unas horas de casa y tras un bello sendero, me encuentro en los Lavaderos de la Reina, un circo glaciar coronado de tresmiles nevadenses, con el estruendo del arroyo y la muralla con los tajos negros del pico Covatillas. Todo aquí me recuerda a esos escritores: Franz Kain, Paolo Cognetti, Antonia Pozzi, Maurice Chappaz.

Todos ellos escribieron en los Alpes, pero aquí, tan al sur, en Sierra Nevada, podemos sentirnos y respirar el aire alpino de los gencianas. Ese “altiplano, adonde uno se repliega en tiempos de gran ajetreo para después volver, purificado y pertrechado, al mundo” (F.K.). “La alegría de nuestras excursiones se revelaba allí, no en la cruz de las cumbres o entre las mesas de un refugio, sino en medio de las rocas, al mirarnos a los ojos con las cabras” (P.C.). “¡Ah, ver las cosas con el panorama o ver las cosas con las piernas! (M.C.). Y termino con la poeta: “pasé por orillas blancas, llamando/ por su nombre a las gencianas/ dormidas” (A.P.).












 

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