Desde la Sierra de Rute con Carlos Soria

No hace frío pero tengo frío. Y la lluvia se acerca, es una cortina neblinosa del mismo tono sucio de los nubarrones. Estoy en la punta de la falda de la sierra de Rute, que impide en una abierta curva de 6 o 7 kilómetros el avance del olivar, que hasta aquí ya no sube, aunque se queda cerca de estas empinadas y pedregosas laderas.


No he salido a esta soledad, he venido a esta compañía, la del viento, las hojas y los petirrojos. Y más temprano, antes de llegar escuchaba una entrevista al montañero Carlos Soria, lo admiro. Necesita la naturaleza, decía. Los ríos, los árboles y las altas cumbres. La semana pasada este montañero estaba en Cabra, adonde fui a escucharle. Sostiene Carlos Soria, que no es bueno escribiendo, “fui hasta la jubilación un tapicero”. Ahora tiene 72 años. Bueno, le han pedido un libro, yo me conformo con su forma de hablar, sencilla, optimista, transparente y apasionada. Cómo cuenta los amaneceres, esa raya de luz en el horizonte que deja aun un buen rato en la oscuridad el fondo de los valles y que ilumina primero las más altas cumbres y a quien está en ellas. Admirable.

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