Un lúgubre día de noviembre

6 de noviembre, día encapotado. En el valle de los Fósiles. Primero unas bellotas, después un par de almendras y luego unos disparos de cazadores y los ladridos histéricos de sus perros. Estoy demasiado cerca y vuelo como los zorzales a la otra parte del valle, dejo el pequeño arroyo y gano altura. Aparecen grandes huecos pedregosos rodeados de perfiles definidos de estratos calizos, me siento entre lonchas de pedruscos enormes, amontonadas, como si fuera la tapia trasera de un cementerio de gigantes, donde se acumulan vejas lápidas. Y es que el día es lúgubre, no por las magníficas nubes que nos regalan sus grises panzas, del mismo gris que estas viejas calizas. No… uno, otro y otros más graves en la lejanía, como si azotaran una alfombra. Son los cientos de disparos los que hacen este día de noviembre especialmente fúnebre. Acaba de pasearse una hormiga por el cuaderno, creo que ha dado el visto bueno.

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