Atrochando

Hacia el cañón del Jardín del Moro.

Por el Jardín del Moro, pero más arriba. Por la Horconera con mucho trabajo de piernas por la fuerte subida y luego la escurridiza bajada entre el enredo de aulagas y romeros, refugio del jabalí, que se alejó de mí sin miedo. Durante todo el día las nubes han pasado de largo. Después de dos horas y media de bajada, parece que el cielo quiere desmentirme y de lejos el viento me trae unos truenos.

Al fondo Puerto del Cerezo.

La tarde se parte en dos, entre el sol que cae y que aun me ilumina, mientras la negrura avanza por los campos cada vez más cerca. Espero los nubarrones. Mientras descanso leo un viejo libro subrayado: “Porque no reposa sobre nada. Porque carece hasta de la sombra misma de un argumento, es por lo que perseveramos en la vida”. Justo llega un trueno aquí al lado, sobre las piedras de la sierra de la Gallinera y el viento me trae el olor a tierra mojada. Cierro el libro de Emil Cioran.

Vichira, con la tormenta en la Gallinera.



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