Encrestado

Atalayando desde la Sierra de Rute.

¿Aquí arriba se está fuera del mundo? Sin ruidos, sin interferencias, ni intersecciones. Pues he subido sin sendero, dos horas sin camino marcado, por la trocha como las cabras. Aunque las cabras terminan haciendo caminos. Hasta aquí arriba, hasta este mundo poético que roza las nubes y el mismo viento quisiera despegarte del suelo.

Las pequeñas y raras flores de la Sierra de Rute te obligan a estar atento al suelo, la mirada donde pisas, pues las orquídeas hacen de la montaña un altar. Un lugar para andar con cuidado. Aquí y allá la sangre de cristo (Orchis mascula) se derrama como una ofrenda a la primavera. Y luego la Clypeola jonthlaspi, que apenas levanta unos centímetros del suelo, reservada y discreta.

Orchis mascula, crece gustosa de estas cimas.

El carbonero garrapinos canta a mi lado y el cernícalo muestra sus dotes fugaces en este espacio tan libre. ¿O es el cernícalo el que hace libre este espacio? En estas cimas crece la raíz de una extraña poética. Son estas cimas encrestadas las que la invocan. Desciendo ante el delirio que provoca ese vuelo, el viento y esa poesía. A punto he estado de extender mis alas.


Y al fondo el macizo de la Horconera.


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