Los buitres nos miran

Los buitres nos sobrevuelan como señores del cielo.

Creo que ha sido en los últimos diez o quince años, cuando los buitres se han hecho más numerosos y frecuentes en las montañas cercanas a casa. En este pequeño macizo de la subbética cordobesa no es raro contemplarlos en vuelos infinitos. Porque esa es la sensación, son vuelos sin pausa, sin paradas, sin quiebros esquivos. No temen a esas miniaturas humanas que se tambalean por los senderos de estas montañas, allí abajo insignificantes para estas carroñeras formidables.


No pierdo la oportunidad de ver los planeos sobre los flujos de corrientes ascendentes que se levantan en las laderas de la Horconera, para pasar a la Gallinera, a la Camorra y de ahí al Lobatejo y otros lugares. Pasan sobre mí en pequeños escuadrones o se concentran en círculos de medio centenar y más. Por Rute, durante el trabajo, alzo la mirada desde cualquiera de sus calles y cada vez hay más posibilidades de encontrarse con algún buitre leonado (Gyps fulvus). Los pueblos suelen presumir de jardines, iglesias y otros monumentos, pero no lo hacen de sus cielos. Rute podría presumir de la calidad de sus cielos gracias al frecuente paso de estas impresionantes aves, que se acercan a los dos metros y medio de envergadura.


Pero son en los riscos, en las crestas, donde el cuadro se completa. Son los dueños de las corrientes y de las serranías. A veces pasan tan cerca de mí que no necesito los prismáticos para seguirlos, veo cómo me miran e incluso escucho cómo cortan el aire. Su feroz pico, sus grandes plumas primarias, su cola corta y algo en abanico. Son los reyes del cielo, las águilas son más esquivas, de vuelo directo, mientras que los buitres son los verdaderos señores de estos cielos. Y esta noche me han sobrevolado durante todo mi sueño.




 

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