Cantos III y IV

Por la sierra de las Chozas, montañas Subbéticas.

 El rey, los hijos seis, el sacrifico de la novilla. La sangre, el banquete y luego las hijas. Pero primero el rey, los hijos seis, el sacrificio de la novilla... Los arbustos retorcidos y espinosos. El rosal y el majuelo, también llamado espino. Con las ramitas color sangre, enrojecidas por los fríos del invierno, en estas ásperas sierras del Puerto Cerezo.

Al fondo la Sierra de Rute.

Otra andada y otro canto. Manjares y bellas mujeres. De dónde ha salido la épica del cuerpo masculino ante la vida. Le bella Helena y manjares. “Y les presentó con sus manos un pingüe lomo de buey asado”. Yo como garbanzos a la riojana, una lata calentada con un infiernillo. Y me enveneno con cerveza en las alturas de esta sierra, por la loma de Las Chozas. Así que es la mujer, la bella Helena, la que echa en la cratera una “droga contra el llanto y la cólera, que hacía olvidar todos los males”. Contra el llanto y la cólera yo camino y leo y me alegran el día las ajedrezadas, las orquídeas y la cerveza.








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