De hace dos veranos
Las excrecencias del bosque son el futuro mantillo.
De una hebra de hilo de seda penden una hoja aun verde y la hélice de la sámara de un fresno, parece que así aun aguantarán unos cuantos chaparrones.
¿Quién devora tan hermosamente las hojas de un avellano?
Amanece tenuemente a través de la tela de la tienda de campaña.
En la más intrincada espesura me topo con una pequeña compuerta de madera. No creo que viva quien la hizo, pues casi forma parte ya de este bosque de Gistaín.
Con notable esfuerzo se trazaron pistas y clarearon arboledas para convertir los pastos en proteínas.
He venido un año más a estas montañas a pensar cosas por encima de mí.
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